He leído que en alguna parte de América Latina -por los noventa- se desarrollaron los biblioburros, una suerte de bibliotecas ambulantes en las que estos animales funcionaban a modo de estanterías y llevaban el saber concentrado a los lugares más inaccesibles de la selva.
Los lectores siempre devolvían sus préstamos literarios con total puntualidad hasta que, un día, uno de los pueblos se negó a hacer lo propio con la Ilíada.
Según éstos, la historia narrada por Homero era la suya: "¡Pobres y malditos por culpa de unos dioses locos!".
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